domingo, 22 de marzo de 2009

SILVIA: LA MUJER POLICIA






Silvia llega a su casa, guarda el uniforme, se pone a cocinar y hacer las labores del hogar.


Por: Germán Ramos González


La vida de Silvia Martínez Hernández no ha sido fácil, tiene cinco hijos, de ellos dos son mujeres, combina su trabajo en la policía con las tareas propias de su casa, así ha sido los últimos 8 años. Con 36 años de edad, tiene toda una vida por delante, estudia, se prepara y trata de hacer su trabajo con el mayor profesionalismo, el ser mujer y madre le exige mas empeño y de esa manera lo asume, día a día, ya que no hay otra cosa más importante que llevar a cabo su función policial con dedicación.

Silvia Martínez, llegó a Tecate en 1999 procedente de un pequeño pueblito llamado la Mesa del Chilar, Municipio de Villa Madrid en el sureño estado de Michoacán, problemas familiares la hicieron que tomara la decisión más difícil hasta ese momento, ya que tenía cuatro hijos y fue la de emigrar para el norte de la República, dejando atrás de si, una vida, padres, hermanos y amigos.

Su objetivo era claro, aunque sabía que no sería fácil; sacar adelante a sus hijos que para entonces estaban chicos. Y así fue, la vida se le complicó tanto que tuvo problemas con el DIF y apoyada por una tía, tuvo que dejar a sus hijos en una casa hogar con toda la pena que embarga a una madre al ser separada de sus vástagos. Sabía que estaban bien, tenía constantes noticias de ellos, su tía era importante para que sus amores supieran que estaba haciendo un trabajo para poder luego reunirse con ellos. Cuando la casa hogar cerró, se hicieron trámites para que sus hijos pudieran quedarse a vivir con su tía, donde estuvieron hasta hace unas semanas, en que volvieron finalmente a vivir con Silvia. El sacrificio había valido la pena, ya estaban todos juntos y además eran cinco.

Silvia tuvo que sobrellevar el hecho de que no estuvieran con ella sus hijos y el trabajo que a veces le ocupaba casi todo el día, ya que se desempeñaba en la policía comercial y para lograr sus metas había que trabajar horas extras. Así transcurrieron los años.

SU LLEGADA A LA POLICÍA

En el año dos mil, luego de trabajar en una maquiladora del parque industrial y con la espinita que traía desde su tierra natal, un día llega al parque Hidalgo y le pregunta decidida a un policía qué tenía que hacer para solicitar trabajo en la corporación. El oficial le oriento vagamente, pero fue con solicitud en mano a la Dirección de Seguridad Pública, para pedir informes, donde le indicaron que debía llevar algunos documentos, los que fue reuniendo los días siguientes tardaron unos días en contestar, pero finalmente fue contratada para laborar en la sección comercial, donde daría comienzo a lo que hoy es una brillante carrera policiaca, donde ha ido escalando peldaños y ya es una oficial de la policía activa.
A su llegada a la comercial, el encargado indicó a los compañeros que era la nueva recluta, que la miraran como tal y le mostraran respeto, lo que sin duda sucedió. Siete años pasaron en este trabajo donde cubría desde eventos particulares, hasta públicos, cuidaba un establecimiento o una empresa. Allí había oportunidad de meter horas extras, las que le eran pagadas y ganaba así un dinero extra.
Una vez se abrió la convocatoria dirigida a los integrantes de la sección comercial, para que se enlistaran en las filas de la activa, para ello habría que hacer un curso en el Instituto Estatal de Policía. Silvia renunció a la comercial para adentrarse de lleno a lo que es su pasión. La instrucción duraría seis meses, tiempo en que recibió una beca con la que pudo seguir sosteniendo sus gastos, en tanto le echaba todas las ganas. Allí estudió ética, defensa personal, manejo de armas, leyes y reglamentos, etc. para salir preparada, lista para enfrentar los grandes peligros que la calle acecha.
Fue contratada y empieza sus labores en la policía activa, le entregan su uniforme, fornitura y una pistola, pero luego es enviada a la central de radio un tiempo, también estuvo comisionada a la Unidad de Violencia Intrafamiliar.
Sería en esta comisión donde habría Silvia de experimentar sentimientos encontrados, como ella misma lo señala, le tocaba acompañar a personal del DIF a recoger niños maltratados a los ranchos, recuerda casi hasta las lágrimas el caso de una bebita de tres días de nacida, la cual era alimentada con papilla, cuando ese alimento se le tiene que empezar a dar a los infantes después de los seis meses.
Cuando las autoridades llegaron a la casa donde vivía la niña con sus padres, encontraron una escena de abandono, suciedad y a la pequeña en serio peligro de perder la vida por la desatención que sufría de sus progenitores, eso partía el alma de la mujer policía que aún con ello se mantenía fuerte y hacía su trabajo. En algunos casos vio reflejada su propia vida, sus hijos no podían aún vivir con ella.
Entre sus recuerdos Silvia menciona que si tiene antecedentes de policias en su familia, su abuelito lo fue allá en Michoacán.
Ha sido afortunada, sus hijos y sus familiares cercanos la apoyan en su trabajo, le dicen que se cuide, pero no le sugieren que deje la policía. Con su padre ha tenido muy poco contacto desde que falleció su madre.

Cada mañana, cuando sale a trabajar, se despide de sus hijos como si fuera el último día en que los viera. Siempre ha explicado a ellos los riesgos que implican estar en la corporación, donde hay que enfrentarse a gente de todo tipo, desde el clásico borrachito que se resiste al arresto, hasta criminales y delincuentes de alta peligrosidad.
Silvia sostiene un lema, no tiene miedo, asume su compromiso, sabe su misión y este es el de que "Siempre me encomiendo a Dios, que me acompañe, que sea lo que esté determinado para mí", señala con notable seguridad.
Cuenta, que cada día de trabajo es distinto, a veces hacen patrullaje rutinario, vigilan las calles, dan asistencia vial en escuelas o atienden reportes ciudadanos. Pero otros, principalmente los fines de semana se enfrentan a otro tipo de situaciones. Ella es llamada para los operativos, ya que siempre tienen que ir mujeres, porque hay que revisar a damas y esa tarea no es apta para hombres.
En ocasiones reciben llamados de balaceras, asaltos a mano armada o en el peor de los casos homicidios. Asegura que no tiene miedo cuando le toca acudir a un caso de estos, reconoce que la adrenalina empieza a correr por su cuerpo y la impulsa a no sentir temor, pero si a extremar precauciones para cuidar de sus compañeros y de ella misma.
De hecho, comenta Silvia, que en la corporación no hay distingos para las mujeres policias, casi hacen las mismas labores que los hombres y hay solamente cinco mujeres policías y algunas comisionadas a puntos o como escoltas.

Silvia no espera quedarse así nadamás, comprende que la policía ha sido una isla en medio del océano para ella y sigue haciendo cosas para superarse. Estudia la preparatoria y cuando termine quiere entrar a cursar la carrera de licenciatura en ciencias policiales, desea llegar lejos al interior de la institución.
Ella se declara protectora de los niños, ya que por experiencias vividas, sabe que son los seres más indefensos y su vulnerabilidad los hace blanco de abusos de todo tipo.
Tocando su arma, indica que sabe usarla y fue preparada para ello, no ha habido necesidad de dispararla en su trabajo, esta conciente de que la pistola es un instrumento primordial en la función de un policía, pero se saca en casos extremos y para jalar el gatillo, cuando su vida o la de algún compañero este en peligro.


¿CÓMO ES UN DÍA DE TRABAJO DE LA OFICIAL SILVIA MARTÍNEZ?

Con anticipación había fijado la fecha, apoyado por el vocero de la corporación Ricardo Brofft, para hacer esta entrevista.
Llegamos a la hora indicada y Silvia esperaba a que el mecánico revisara su patrulla para regresar a la calle.
Antes de salir, se acerca al altar que tiene la Virgen de Guadalupe en las escalera de la policía, hace una breve oración, seguramente pide a la Virgen que la cuide en su trabajo.
Finalmente llega el momento de abordar la unidad. Era la 1902. Ataviada con un bien portado uniforme azul, botas, cachucha, arma y radio. Esta vez es acompañada por su pareja de trabajo Elisa López.
Abordamos y salimos a la calle, no es fácil viajar en una patrulla, menos cuando se hace en la parte de atrás, Silvia condujo por el bulevar Morelos, a la vez que charlábamos sobre sus miedos, experiencias de trabajo y condiciones laborales.
Preguntamos que si eran pareja habitual y respondieron que no, que dos mujeres no pueden andar juntas patrullando, la oficial Elisa bromea", "porque somos un peligro", nunca aclaro el porqué.
Vira hacia el centro de la ciudad y atraviesa por la avenida Juárez, siempre pendiente de ir volteando para todos lados observando el más mínimo movimiento tanto de conductores, como peatones y en los comercios, cuando llegamos a la esquina con prolongación de la Av. Revolución, la primera "victima", el conductor de un auto no hizo su alto completo, además no traía el cinturón de seguridad, cosa que advirtió la oficial Elisa López, le marcaron el alto y tuvo la infracción respectiva, se le recogió en garantía la licencia para manejar.
Ambas coinciden en que han encontrado mayor respuesta y comprensividad de parte de las mujeres conductoras, ya que hay machistas que no quieren que les hagan infracciones.
El recorrido pasa por varias colonias, llega la hora de dar asistencia en las escuelas, se dirigen a la Benito Juárez, luego a Santa Anita, cuando reciben un reporte de la escuela del Rincón Tecate. Un payaso estaba en el lugar y no sabían que hacía, por lo que acudieron a verificar el caso.
No paso a mayores, le pidieron que se retirara luego de hacerle la revisión rutinaria.

El "paseo" duró unas dos horas, tiempo en el que pude darme cuenta del sigilo con que actúan las policias, con todos los sentidos abiertos, pendientes de la radio y del exterior, ven cada calle, cada casa, hacen su trabajo y fueron entrenadas para ello.
No podíamos evitar saber como son sus condiciones de trabajo y aunque se vieron precavidas al hablar del tema, dejaron entrever que les han prometido mucho y no les han cumplido, tienen un solo uniforme que tienen que estar lavando, no cuentan con chaleco antibalas, tampoco han recibido el anunciado aumento de sueldo, menos el seguro de vida, tal vez llegue en estos días, pensaron en voz alta.

El recorrido termino, con ello la entrevista. Llegamos de nuevo a las instalaciones de Seguridad Pública Municipal. Ellas recibieron otro llamado de alerta, subieron rápidamente a la unidad y se alejaron, tenían que seguir con su trabajo.


PARA FINALIZAR.

Es poca la oportunidad que un ciudadano común tiene de conocer más allá la vida de un policía y mucho menos de una mujer dedicada a cuidar nuestra seguridad.
Ello deja muy buen sabor de boca. Descubrimos a una mujer, si, que viste con uniforme, pero que es madre, que ahora si se encuentra realizada en ese aspecto, porque sus hijos ya están con ella, que tiene muchas ganas de sobresalir, de hacer bien su trabajo, sin mayores reconocimientos que un simple agradecimiento.
Vaya entonces, una felicitación a Silvia y a todas esas mujeres que se comprometen con su ciudad para hacer de ella un lugar mejor para vivir, donde vuelva la tranquilidad a los hogares, donde los niños puedan jugar en la calle sin ningún peligro.
Silvia Martínez, sin duda es una gran mujer, una gran madre y una gran policía.

En su honor Silvia, por ser mujer.

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