martes, 27 de julio de 2010
LA PEOR CENSURA: LA AUTOCENSURA
Dixon Acosta
La prensa no nació libre, pero no debe morir esclava.
A la memoria del embajador Jorge Alfonso Morales,
buen diplomático pero ante todo, mejor amigo.
La prensa no nació necesariamente libre, porque algunos autores coinciden al señalar que las primeras noticias impresas fueron el medio que utilizaron gobernantes desde la antigua China y el imperio romano para divulgar sus triunfos y determinaciones. Se trataba de una información pensada desde arriba, monopolizada por el poder, al cual sólo le interesaba divulgar las acciones de los gobernantes, no de los gobernados, mucho menos indagar en sus necesidades y problemas.
Es importante hacer la diferencia entre lo impreso y otro tipo de medios, porque en la historia de la humanidad lo realmente democrático fueron las noticias que de forma oral se divulgaban en diferentes comarcas y tiempos (desde los juglares medioevales hasta los primeros trovadores vallenatos de la costa colombiana). La información verbal, aunque estaba sujeta a los riesgos de las transformaciones del rumor y la invención popular, no tenía un control o un censor que seleccionara los mensajes que finalmente llegaban a los receptores, pero igual habría que esperar fenómenos históricos (transformaciones políticas y económicas), como la revolución francesa, la revolución industrial, la consolidación del capitalismo, la aparición del socialismo y la cristalización de una clase social urbana, con necesidades de ilustrarse y entretenerse, la burguesía, para la cual el invento de Johannes Gutenberg de la imprenta con tipos móviles fue fundamental, al tener la posibilidad de leer los primeros libros y periódicos publicados en serie.
De esta manera llegamos a la democracia moderna, con su balance de poderes, un sistema electoral que les permite a los ciudadanos elegir a sus representantes y una base social necesaria, la clase media profesional, el equilibrio entre los estratos extremos, la que sobrevive entre los poderosos y los menesterosos. Pero hay una condición sin la cual difícilmente puede consolidarse en una sociedad la democracia: se requiere que la prensa, en cualquiera de sus manifestaciones, escrita o audiovisual, sea independiente, sea libre, en la medida en que pueda serlo, a pesar de las presiones sociales y económicas.
El concepto actual de la prensa es una denominación cada vez más amplia de diversos medios de comunicación que hicieron el tránsito del papel impreso a novedosas formas audiovisuales, principalmente las que conviven en el universo cibernético, cada vez más complejo, de Internet. Cuando nació la prensa, no muchos leían, ahora vivimos una era en la que, aunque el analfabetismo en muchos lugares ha sido derrotado, paradójicamente no mucha gente accede a la lectura como forma de información y entretenimiento. En nuestros países latinoamericanos, buena parte de la población no lee los periódicos o las revistas, sino que gustan de ver los noticieros televisivos.
Indudablemente el mote del “cuarto poder”, atribuido a los medios de comunicación, se refiere a que en una democracia la prensa cumple un papel crítico e inquisitivo. Incluso cuando fallan los organismos de control, los medios pueden convertirse en denunciantes y fiscalizadores de aquellos que incumplen las normas o las omiten. Por ello resulta frustrante cuando son los propios medios los que se aplican la mordaza, cierran los ojos y prefieren hablar de otros temas en lugar de cumplir su función social. Por ello, el título del presente artículo no se refiere a la censura desde arriba, la que imponen los gobernantes y poderosos, sino la que surge desde adentro, desde las entrañas de la misma prensa, la autocensura, en mi opinión, la peor de todas.
La autocensura tiene que ver necesariamente con los intereses de los propietarios de los medios, personas con intereses económicos o con ideologías políticas. No puede olvidarse que los medios de comunicación, en particular los dedicados a las noticias, son empresas que buscan un beneficio económico. Stieg Larsson, el más reciente best-seller mundial, autor de las novelas que conforman la trilogía Millenium, ha plasmado en sus obras de ficción los entretejidos de la relación entre medios de comunicación y los poderes económicos y políticos.
Para ser completamente honestos, es seguro que en el periodismo no existe la objetividad absoluta, así como en las ciencias sociales se menciona que es difícil encontrar la neutralidad valorativa en las investigaciones, pues desde que un periodista escoge un tema hay una carga subjetiva; lo importante es que, en el desarrollo de la investigación, el prejuicio personal no oculte ni contamine los descubrimientos finales. Si hay un compromiso que un periodista debe cumplir a cabalidad es la búsqueda de la verdad.
Resulta frustrante que en nuestras democracias una revista de opinión y denuncia sea cerrada por sus propietarios argumentando imaginarios problemas financieros, cuando es evidente que el medio resultaba incómodo por su capacidad de investigación. De la misma manera como se constata que un canal de televisión autoproclamado como alternativa frente a los medios tradicionales globales, con la promesa de presentar una versión alternativa de los hechos, resulta un medio para un fin político, periodismo al servicio de un determinado régimen que busca extenderse por el continente, pero que termina por encerrarse en sus propias contradicciones, incluso promoviendo la persecución y el cierre de aquellos medios de comunicación que no le son afectos. Aquel medio que se promociona como libre de pecado, pero el cual no puede (aunque quisiera) criticar a su patrocinador. En estas situaciones, el objetivo independiente de la prensa se pierde y surge la autocensura. No menciono nombres propios, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Sin embargo, al final hay espacio para el optimismo. En la actualidad vivimos una nueva etapa de los medios masivos de comunicación, todo gracias a Internet, espacios de opinión individual como los llamados blogs, así como los de intercambio colectivo, las redes sociales de contactos que se imponen conformando verdaderas comunidades, las cuales ya se ha visto han tenido una influencia directa en procesos electorales. Quizás en este universo todavía confuso, algo caótico, pero evidentemente libre, sea al menos durante un tiempo la respuesta a la propia mordaza que algunos medios se imponen. Durante un tiempo, que ignoramos cuánto dure, podemos escuchar y ver a aquellos modernos juglares y trovadores que nos traen sus historias tejidas y elaboradas a través de la red.
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