domingo, 1 de agosto de 2010
¿Qué es la libertad de expresión?
Estrella Cardona Gamio
Para los que como yo nacimos en un país en donde no existió la libertad de expresión durante cuarenta años, sabemos muy bien de su ausencia y de cuanto conlleva. En mi patria las generaciones nacidas en la democracia ignoran lo que significa su falta y naturalmente no pueden ni calibrar ni comparar, no han crecido con la mordaza puesta y el constante temor, como los niños amedrentados, del “esto no hay que decirlo, esto no hay que hacerlo, esto no hay que pensarlo”, prohibiciones que forzaron a muchos al miedo y a estar callados, si eran escritores a hacer equilibrios en su literatura para decir lo que querían de una manera tan hábil que los censores no pudieran darse cuenta. También otros aspectos del arte se vieron controlados, la pintura si mostraba desnudos, determinadas óperas demasiado revolucionarias aunque fueran del siglo XVIII, musicales “subversivamente” picarescos, cine, radio, y, por supuesto, la prensa.
En ocasiones esta censura era francamente ridícula, como cuando convirtieron a Caperucita Roja en “Caperucita Encarnada”, o simplemente en Caperucita y el Lobo Feroz. Obviamente en todo el cuento no salía mención del color de la famosa caperuza, sólo los dibujos lo mostraban aunque me imagino que a regañadientes.
Tal represión se rompió cuando llegó la democracia y tuvimos que acostumbrarnos a ella, acontecimiento rápidamente asimilado con gran alegría, y un mucho de deslumbramiento, por parte de todos. Pero la libertad de expresión ha alcanzado un punto en su desarrollo que indica que no todos saben emplearla debidamente y de ahí surgen confusiones y errores. La censura es negativa, sin embargo no siempre la gente se halla capacitada para emplear correctamente la libertad de expresión. Como crítica justa y razonable la entiendo, como denuncia pública de flagrantes irregularidades la aplaudo; ahora bien, lo que no entiendo ni aplaudo es que se utilice para atacar despiadadamente, para criticar de forma tendenciosa y manipuladora, para insultar y ridiculizar al contrario, y, lo que es peor todavía, para no respetar las opiniones ajenas invirtiendo los términos reivindicativos a gusto del consumidor, o sea, convirtiéndose la libertad de expresión en un arma destructiva versus la libertad de expresión. Creo que en muchos casos se ha confundido demagógicamente la idea primigenia, y eso hay que tenerlo en cuenta. Que quede bien claro que no pido que haya un control sobre la libertad de expresión, pido que se sepa utilizar provechosamente en bien de todos y no en intereses partidistas.
Para muestra un botón: ahora que esto escribo en España se está debatiendo, marzo del 2010, sobre si se suprimen o no las corridas de toros, y un conocido empresario catalán de dinastía pro taurina, ha dicho en el Parlament de Catalunya, defendiendo su punto de vista, que “prohibir los toros sería limitar la libertad individual”. Frase digna de reflexión.
¿La libertad individual de quién?; el antitaurino asimismo tiene su derecho a poseer la libertad individual de opinar sobre un tema que le disgusta, y si protesta no hay por qué amordazarle, ya que también él puede, y debe si así le parece, expresarse libremente; no ha de practicarse la ley del embudo, lo ancho para mí y lo estrecho para los demás.
En este nuevo concepto de la libertad de expresión semeja como si se quisieran eliminar los derechos de los demás a decir lo que piensan, y eso no es correcto, como no lo es hacer escarnio de los juicios de los otros sólo porque no coincidan con los nuestros. Descalificar no es ejercer un derecho de libre expresión, ya que sería convertir el diálogo en algarabía sin sentido, que lo único que consigue es crear tal caos que al final nadie sabe ni lo que está pensando porque si todos hablan nadie escucha, y por desgracia esto se viene dando en los países que dejaron atrás las épocas oscuras, aquella Edad Media moderna que hizo callar a tantos en tiempos en los que la palabra “democracia” era tabú. La otra cara de la moneda es que cuando advienen largos años de libertad, lo he dicho al principio y lo repito, la gente ha olvidado y eso puede traer, en los vaivenes de la pleamar histórica, una vuelta al pasado. No hablo por hablar, sé perfectamente lo que me digo.
Bien está la libertad de expresión pero no la empleemos como arma arrojadiza en los medios de comunicación, prensa, foros de Internet, o en las temibles charlas de café, porque cuando los salvapatrias dejen de servirse de ella tendrá que marcharse al exilio y por desgracia muchos con ella.
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