Samantha Ortega Flores
Se ríen de algún “chiste local”, cuchichean, piden soda, agüita, y hasta una bandeja de pan tiene presencia cuando el Honorable Cabildo de la ciudad trabaja en sus sesiones ordinarias y extraordinarias, no importa si son de tal o cual partido o vienen de tal o cual familia, lo que importa es su conducta. Ignoro si antes fue así pero hoy pasa en las sesiones de cabildo.
Para empezar, es una falta de educación que un regidor ni atención ponga a las lecturas que el Secretario del Ayuntamiento hace, quizá la causa se deba a que lejos de una lectura digerible sea una letanía o un “padrenuestro correteado”. Quizá la causa de una lectura tan apresurada sea el querer ahorrar tiempo, pero la verdad una sesión de cabildo de este tipo no duraría más de dos horas y media, claro, bien organizada y puntual; como adultos y funcionarios públicos, me parece tiempo razonable para que recaten la conducta, además, estamos hablando que estas sesiones suelen ser cada mes o cada quince días, ni siquiera es una por semana, vamos, si el resto de su tiempo lo dedican a lo que mejor les conviene. Es a la hora de sesionar cuando la ciudadanía puede verlos reunidos, comprender cómo funciona un ayuntamiento y el papel que cada uno está obligado a desempeñar. La imagen que proyectan durante mencionado acto es reflejo de su educación y conciencia política.
Cierto, son monótonos y casi repetitivos los párrafos que se leen durante las sesiones, pero, ¿no es este el protocolo que se ha establecido desde antaño y que ustedes como funcionarios de primer nivel están obligados a seguir?, ¿no es parte de su trabajo por el que reciben más de 30 mil pesos mensuales y que los contribuyentes pagan?, ¿Por qué no una reforma al protocolo si les aburre tanto?.
Imaginé que también entraría una señora vendiendo tacos dorados y tostadas cuando en la sesión de cabildo número 19 entró una secretaria con unas botellas de soda para dejar una a quien solicitara, no conformes con la gaseosa, la segundó un señor de prominente cuerpo con botellas de agua, obligando a que los asistentes movieran las sillas para dar pase al señor, hay que hacer notar que la sala de cabildo Benito Juárez García es, exageradamente reducida para una ciudad que tiene más de cien mil habitantes, pero no conformes con botellas de soda y agua, entró nuevamente una señora con una jarra de agua y vasos de fon, deteniéndose en cada silla incluyendo la presidencial, preguntando a cada uno: ¿gusta un vasito de agua?... ¿gusta un vasito de agua?... ¿gusta un vasito de agua?.
En la sesión de cabildo número 22 entró una secretaria con una charola de pan, ofreciéndolo de silla en silla nuevamente. La justificación para tal acto es: ocho de la mañana y seguramente muchos no habían desayunado, sí, pobrecitos, no tienen tiempo para desayunar. Es más, no tienen tiempo ni para informarse pormenores, ya que durante las sesiones se paran una y mil veces para hablar con su compañero que está a dos o tres sillas de lado izquierdo o derecho, el mismo presidente municipal se ha levantado a medio hablar del otro para irse a secretear con el último de la fila.
Por último los asistentes, la ruidosa prensa que pretende muchas veces llevarse el papel principal, o aquellos que hacen sonar la presencia de la defectuosa puerta al entrar y salir, los que nos balanceamos en las chirriantes sillas, los que avivamos la plática del compañero entre hojeteos de oficios, ni hablar de celulares y artefactos no puestos en vibrador, siempre oportunos para distraer, y lo que es más, me han contado que unos se ponen a jugar solitario en su computadora personal, pero mejor así la dejamos prefiero no averiguar si es verdad o mentira.
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